Esta mañana, para celebrar que por fin habíamos llegado al Viernes, me he propuesto desayunar sano, tal como
aconsejan en la TV. Así que
he abierto la nevera, y en lugar de algún bollo, he sacado de la parte baja una
manzana roja y reluciente. Me disponía a retirar la piel, pero en un arranque
más saludable aun, he comenzado a mordisquear su cáscara carmesí, clavando mis
incisivos en busca de sus beneficiosas vitaminas y demás propiedades.
Su crujido ha sonado a música celestial. La pieza desgajada se ha deshecho
en mi boca y un caudal de frescura ha entrado por mi garganta. Ya había
iniciado el segundo mordisco, cuando me he parado a reflexionar en lo trajinada
que está la imagen de la manzana.
Me ha venido a la mente el acongojado hijo de Guillermo Tell, que por un
momento pensó que la última imagen que se llevaría de esta vida sería a su
padre disparándole una flecha entre ojo y ojo, mientras mantenía una temblorosa
manzana sobre su cabeza.
Luego he pensado en Blancanieves, engañada por unas apariencias tan
cándidas como la de una manzana y una ancianita encorvada. Fue morder la fruta
y caer desplomada para desesperación de los enanos.
Me he acordado luego de la manzana que depositó Eris en la boda de los
padres de Aquiles, y que provocó la discordia entre los aqueos y troyanos, y
por extensión, del casi interminable regreso de Ulises a Itaca.
Y he caído en la cuenta que por un capricho femenino y una necedad
masculina, algo que por cierto aun no ha variado, una serpiente que estaba de
okupa en un manzano nos amargó la existencia al resto de la humanidad. Nos despidieron
del Paraíso.
El hecho es que se me han pasado las ganas de tomarme la manzana. Hasta he
tenido la sensación de que me podía caer “malamente”. Me he tragado lo que ya
tenía en la boca, por compromiso, pero el resto, intentando alejarlo lo más
lejos posible de mi, lo he arrojado por la ventana de la cocina.
He comprobado que una manzana, este o no mordida, continua obedeciendo las
Leyes de la Gravitación
Universal. Y para regocijo de Isaac Newton ha debido
precipitarse contra algún viandante, a juzgar por los exabruptos que he oído.
No he prestado demasiada atención, hasta que a los veinte minutos se han
personado dos agentes de la autoridad en mi domicilio con un señor rechoncho,
bajito y calvo -debe ser por eso de la atracción de las masas-, y con el
parietal derecho abultado y amoratado. No paraba de lanzar improperios
escoltados por los policías.
Y ahora estoy aquí, en el calabozo de la comisaría, escribiendo esta nota
y confirmando que una manzana, la mires por donde la mires, no es una fruta
especialmente saludable. A los hechos me remito.
6 comentarios:
Hombre, Paco, una cosa es comer la manzana con piel y otra metérsela pa dentro con toda su literatura, esa cosa tan indigesta.
Gracias por la sonrisa.
Un abrazo.
A ver si vas a tener razón, Xuan, y lo que tengo es un empacho de literatura.
Un abrazo.
La maldad de la manzana está sobredimensionada. A la pobre le han colgados algunos sambenitos injustos, como el de ser la fruta prohibida. En realidad, en el Génesis no especifica de qué clase de fruto mordieron Adán y Eva.
Un abrazo.
Cierto, solo que era el arbol del bien y del mal. ¿Por qué entonces la manzana? ¿Tú lo sabes?
La verdad es que está buenísima.
Un abrazo.
Steve Jobs no estaría muy de acuerdo con tu pensamiento de la manzana.
Fundó una empresa denominada Apple, cual logotipo es una manzana mordida.
Bien es cierto que le reportó, dinero, fama, revolución en las tecnologías, ¿quién no tiene un móvil hoy?.
Aunque puede ser que lleves razón, con el tema de la manzana, murió Steve Jobs de una grave enfermedad.
Me parece a mí que no voy a comer más manzanas.
besos Hermano.
Y los Beatles con su sello discográfico.....
Un beso, sibling
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