jueves, 20 de octubre de 2011

PRINCIPIANTES

Salvando las distancias, y con el debido respeto...



Tanta mezcla, tanta ida y vuelta en esta versión, que es imposible desmenuzarla.

Y un ¡ay! que me llega tan hondo, que aun no lo he encontrado.

jueves, 13 de octubre de 2011

EL AMOR Y LA EDAD


Teniendo en cuenta que ambos no llegan a los cuatro años, no es demasiado el tiempo que hace que se conocen. No es demasiado tiempo para nosotros. Para ellos, la vida entera.
Él es H., y ella A., mi hija. Coincidieron en la guardería, y entre tantos, ya desde que se podían desplazar por ellos mismos, les gustaba sentarse uno a la vera del otro.
Creo que nunca voy a olvidar un Viernes –el único día que yo podía recogerla- en el que me entretuve observándolos sin ser visto. Jugaban juntos en el patio, ambos con unos cubos colocados como sombreros, y las palas removiendo la arena. Correteando, hablando, escarbando, gesticulando, saltando... eran felices. Yo también.
Este idilio no pasaba desapercibido. Todos lo sospechábamos. Lo confirmamos en una de las reuniones con los padres, cuando la directora entre bromas nos llamó a mí y a C., su padre, consuegros. Luego, como personas serias que somos, nos intercambiamos números de teléfono y correo electrónico, porque estas cosas, a cierta edad, deben estar tuteladas.
El periodo acabó, y este año están en Infantil, pero en diferentes colegios. Afortunadamente no vivimos demasiado lejos, y a veces coincidimos en el parque de abajo. Nosotros hablamos de nuestras cosas de adultos, y ellos, ellos… pues no sé de qué, pero se les ve dichosos.
La otra noche estaba con mi hija en el sofá, y sin venir al caso, tras un pequeño suspiro, se me quedó mirando, y me dijo:
-Papá, quiero que ver a H.
-Ahora no puede ser. Es bastante tarde. Pero el Viernes les decimos que vengan al parque, ¿vale?
-Vale.
Los llamé el fin de semana pasado para que nos viésemos y pasasen otro rato juntos. Estuvieron con uno de sus juegos favoritos: corretear con esas diminutas motos de juguete, hechas para su tamaño. Y así se lo pasaron en grande.
Supongo que a los tres años es posible el amor, porque supongo que el amor no tiene edad (ni fecha en el calendario, como dice la canción). Aunque cuando, intrigado por los sentimientos de mi hija, lanzo la pregunta a la gente de mi alrededor, todo el mundo me habla sobre una duquesa de plástico y un funcionario de piedra, y lo que hacen es dejarme un mal sabor de boca insoportable.

lunes, 10 de octubre de 2011

INMERSIÓN LINGÜISTICA (II)



Hay muchas cosas que me llamaron la atención las primeras veces que vine por Madrid. Una de ellas, cómo no, fue las diferentes maneras que había de denominar una misma cosa.

Así, por ejemplo, yo colgaba los cuadros en alcayatas, y aquí en Madrid, lo hacen en escarpias.

Nadie se asusta cuando pido una pistola en una panadería, porque me dan una barra de pan.

Para mi, y para mi gente, tener la casa llena de tiestos, es tenerla llena de trastos y cacharros, la mayoría inútiles. Sin embargo, en Madrid, los únicos tiestos que hay son en los que se siembran plantas, es decir, maceteros.

En la noche madrileña, debajo de la cama guardan el orinal, y mis abuelos, lo que tenían era una escupidera.

Los niños andaluces se divierten en los "cacharritos", y aquí, ese tipo de artilugios mecánicos son las "atracciones". Siguiendo con el mismo tema, los "coches tropezones" nuestros, son sus "autos de choque", que a mi me parece el nombre bastante sofisticado para lo que al final es. Entre eso y llamarles "vehículos de colisión", no hay gran cosa.

Siguiendo con los niños, mis hijos hacen los deberes, y yo lo que hacía era la tarea. Tenía unos cartapacios, que cuando usé ese nombre aquí, no sabían ni lo que era, hasta que ellos me dijeron que se trataba de una carpeta de anillas.

En mis años mozos, yo pensaba que me despedía de la que era mi novia (ahora mi Santa), en la casapuerta, cuando en verdad lo hacía en el portal.

También hay una semilla comestible que en cada lugar de Andalucía es diferente. Lo que aquí llaman guisantes, en otros sitios le dicen alverja, habitas, chícharos, pésoles, alcauciles……





No digo que en todo esto una cosa sea mejor que otra. O cuál de las dos, o las dos, serán lo correcto. Solo que me llamó la atención. Me pareció divertido. Incluso hoy a veces me sigue asombrando.

Pero eso sí, nada es eterno. En algunas cosas se ha cambiado. Aquí afortunadamente ya le dicen "pico" a los picos, y no eso tan cursi como eran los "colines".

Y una vez metidos en harina, cuando pido una tostada, bien sea porque me delata el habla (digo: tohtada), o porque se lo dicen ya a todo el mundo, por fin me consultan: "¿De molde o de pan?". Y es que antes, dijeras lo que dijeras, te ponían como una rebanada de pan Bimbo algo más gruesa, ya untada de mantequilla; y a eso, llamarlo tostada, comparándola con su pan, pan, empapado de su aceite de oliva virgen extra (y mejor con un poquito de jamón serrano), es un sacrilegio.


Sé que hay muchísimas cosas más, pero ahora mismo ya no se me ocurre ninguna. Ustedes sabrán perdonarme (esta fue la primera en realidad: mi segunda del plural nunca fue "vosotros"), de ustedes me despido.