Me gusta la
música. Casi desde todos sus puntos de vista y vertientes. Desde pequeño me
causa igual encantamiento un músico con su instrumento que un mago con sus
trucos. Así que cuando en mi casa apareció una guitarra, empecé a probar a
hacer de mago con sus cuerdas.
Tenía 13 años y
mi padre se la regaló al hermano que me sigue, pero el pobre siempre ha tenido
un oído en frente del otro. Entonces el que acabó usándola fui yo. Al principio
practicaba solo, pero luego comprobé que con más gente se aprendía más y era
hasta más divertido. He tenido un grupo de Pop, soy de la Tuna de Ingenieros
Técnicos de Cádiz e intento, en la medida de lo posible, quedar con amigos para
tocar algo juntos. Es otra forma de relacionarse.
Nunca he ido al
conservatorio ni he recibido clases de música, y aunque sé leer un pentagrama,
no sé solfear. Creo que, para los que aprendemos solos, hay un punto crucial en
la guitarra: El acorde “Fa”. Hay muchos que tropiezan en esta nota, no avanzan,
se aburren y lo dejan. Cuando lo superas, y el acorde suena sin demasiada
estridencia, se puede decir que entras en el club de los guitarreros solitarios.
Que ya te dediques a la música en plan profesional, o para pasar el rato como hago
yo, depende de tantas cosas como depende la vida.
No suelo practicar
cosas complicadas. Como mucho alguna melodía acompañada de arpegios y alguna
pieza para principiantes. Me relaja tocar la guitarra. Un buen acorde con una
guitarra bien afinada suena a gloria. Hay amigos que me comentan lo contrario,
que les excita, que les altera y pone nerviosos “hacer música”, pero a mí me
pasa lo contrario. De todos los estilos, me quedo con el pop. En la tuna
algunos me llaman Pacopop. Sin embargo, me asombran los acordes y cadencias del
jazz, de la bossa y sobre todo del flamenco. Chapurreo algo de flamenco, pero
para tocarlo bien hay que tener un nivel, y sobre todo un ángel (o duende si
eres gitano), que yo no tengo. Y yo soy muy respetuoso con eso.
Cuando me fui a
Cádiz a estudiar me enamoré de una guitarra (también de una chica, pero esa es
otra historia). Estaba en el escaparate de una tienda de música que hacía
esquina, en una de las callejuelas en la que se bifurca la calle Ancha, al
final. Eléctrica pero con pinta de acústica. Color madera blanca. Con dos
agujeros en f como los violines. Era una copia más o menos asequible de la que
tenía John Lennon al final de los Beatles, aunque para mi economía era
carísima.
Dejé de comer algún
día de la semana, normalmente los jueves, para ahorrarme ese dinero hasta conseguir
lo que me hacía falta. Elegí los jueves porque los fines de semana regresaba a
casa y allí tenía comida suficiente para reponerme. Luego acabé comiendo un par
de salchichas, porque sino el día se hacía muy largo. Me acuerdo el día que me
la compré. Iba en el tren camino a Jerez deseando llegar. No pude esperar a
llegar a mi casa y me fui a la casa de mi tía que estaba más cerca de la
estación de trenes para probarla a gusto.
Mientras, yo
seguía en la tuna con la guitarra española del principio, pero estaba ya
bastante deteriorada. Muy estropeada de tanto trajín por ahí. Tenía los trastes
completamente gastados. Se había despegado varias veces parte de la tapa de
abajo y eso le daba un pésimo sonido y una penosa resonancia. Una vez mi primo,
que tenía una Alhambra que apenas usaba, me dijo: “Quédatela”. Esa fue mi
tercera guitarra.
Entonces la
primera, y por seguir con el ritual, se la regalé a algún chaval que estaba
empezando. Pero ya no recuerdo a quién. No sé qué habrá sido de ella. Luego mi
tiempo se llenó de otras cosas y apenas ensayaba con el grupo de pop, así que
vendí la guitarra eléctrica a uno de los integrantes del grupo. El dinero que
saqué lo empleé en pagar parte de los viajes que hacía a Madrid para ver a la
que entonces era mi novia y ahora mi mujer.
Me quedé solo
con la Alhambra en esos años, hasta el día que decidimos mi novia y yo que nos
íbamos a casar. Entonces me regaló una Yamaha acústica con posibilidad de
enchufarse a un ampli. Es otra guitarra preciosa. Ella sabía que había vendido
la otra por subvencionarme algunos viajes a Madrid y poder verla. El regalo me
encantó. Es la guitarra que tengo ahora en mi casa, apoyada en el lado derecho
de mi mesita de noche. Como el que duerme con un revolver bajo la almohada. No
hay que descuidarse.
La Alhambra la
dejé en la casa donde vive mi suegra. La iba a dar por ahí, pero como ella
tiene principio de Síndrome de Diógenes, me dijo que ya se la quedaba, que la
arreglaría, a pesar de lo vieja que está (la guitarra, se entiende –bueno,
mi suegra también-). En ocasiones, cuando paso por allí y me quiero entretener
con mis hijos, tocamos un rato. A pesar de que ha sido una buena guitarra, está
muy cascada y me apetecería tener otra española con mejor sonido a la que
acudir cuando toco ciertas canciones.
A veces pienso
qué hubiese pasado si a mi padre no se le hubiese ocurrido regalarle una
guitarra a mi hermano, que al final acabó siendo mía. Cuántas cosas me habría
perdido. O puede que al final, como si el destino estuviese ya escrito, otra
persona habría dejado en mis manos una guitarra o cualquier otro instrumento.
Yo, por si
acaso, a mis hijos los tengo apuntados a clase de violín. No para nada, sino
para que al menos tengan cierta noción de lo que es la música, y de lo que eres
capaz de sentir con ella. No quiero dejarles sin esa oportunidad. Que ya se
dediquen a la música en plan profesional, o para pasar el rato como hago yo,
depende de tantas cosas como depende la vida. Eso es, como depende la vida.
12 comentarios:
Querido paco, la musica es de lo mejor que podrás dejar a tus hijos. Mi padre, siendo yo pequeño de edad, no de tamaño, tuvo un organo hammond que sigue en Jerez y que enciendo siempre que voy. 35 años mas tarde, y tras muchos tocando la guitarra y la bandurria, Marta me regaló un piano precioso el día que cumplí los 40. El mismo día que mi madre le regaló el viejo hammond a mi padre.
Los jueves, cuando vuelvo de clase de piano con mi querido Jaime Cordoba, y consigo arrancarle a las teclas algo muy parecido a música, me acuerdo de mi padre tocando siempre la misma canción, con la mano izquierda clavada como un ladrillo en el "Do". 40 años más tarde aprendí a querer al piano...
Chin pun.
Clavius, la historia se repite a veces. Nos sorprendemos haciendo las mismas cosas que nuestros padres hacían. Educando como nos educaron...
Lástima que algunos no podamos charlar de eso con ellos.
Ese órgano hammond es mágico. Yo lo sé.
Un abrazo.
Jo. Yo hice que me regalaran una guitarra (te hablo de hace unos 6 años), y terminé vendiéndola en el CashConverters. Me sobrepasó.
Una no es perfecta... :-P
Ni falta que hace. Eso de la perfección es un defecto peor que muchos otros.
Dime por lo menos si te dejó un buen cash en el bolsillo.
Gracias por pasarte por aquí y dejar tu experiencia (aunque haya sido muy poco musical ;)
Linda historia sobre la guitarra que llegó en tu casa y en tu vida. Reconozco mucho de lo escribes, yo también tuve mi primera guitarra a los 13 anos, yo también toco cosas sencillas... y me quedé con la guitarra española, aunque tengo también una hecha por un constructor holandés (algún día la mostraré y la hago sonar en un vídeo).
Para tocar bien el flamenco hay que tener un nivel, pero aún más importante es que sientes el compás como algo natural y que sabes acompañar a un cantaor o alguien que baila flamenco. Para mí es imposible tocar flamenco de verdad sin vivir bastante tiempo en España (Andalucía). Me gusta Cádiz, al lado del mar y con mucha historia de flamenco.
He tocado muchas guitarras, sobre todo por haber visitado muchas tiendas de guitarras y algunos constructores.
La guitarra es muy importante en mi vida, igual como en tu vida.
Mis dos hijos no tocan un instrumento, pero la hija tiene una voz preciosa y canta bien.
Un abrazo
Hola giovanni. La voz es el mejor instrumento musical que existe. El más precioso y el más preciso.
En el flamenco la voz y su "quejío" es lo que transmite más sentimiento. Y creo que en el fondo, y en la superficie, la música trata de eso.
Un abrazo.
La que te regalo la guitarra espera que lo de "me gusta quedar con amigos para tocar algo" se refiera mas a lo musical que a lo "carnico". T·3.
Tu sobrino espera que en un cumpleaños familiar en tu casa saques tu guitarra yamaha o cuando nos juntemos en la casa de "la diogenes" y me des unas clasecitas y me puedas transmitir ese sentimiento
un Abrazo, A M-A
Ya sabes, mi santa, que yo siempre toqué lo que me dejaron.
T3
Las clases, sobrino, te la doy cuando quieras. Pero el sentimiento es cosa tuya, y solo tuya.
Abrazos, AMAdor.
No concibo un día sin música, ahora lo de tocar, cantar o bailar, nada más quisiera yo, siempre me han gustado las guitarras, me encanta sus diseños y formas...
Un saludo.
Yo tampoco Mamé. Más que nada porque la música la llevo en la cabeza.
Y no te creas, no tengo ninguna gracia bailando. Ya me gustaría a mi ser el Travolta, "Tomara quien tuviera..."
Un saludo. Gracias por tu ilustre visita.
Publicar un comentario