jueves, 21 de julio de 2011

MASTERCARD



-No, se nos agotó hace unos días.

-Que va. Ya no me quedan.

-Lo tengo pedido hace una semana, pero aun no me ha llegado.

-Acabo de vender el último que tenía.

-Lo siento, ya no lo vendemos.

-Hace ya bastante que no me lo surten, creo que ya lo han dejado de hacer.

-No. No tengo.


Veía como la cara de mi hijo se iba entristeciendo cada vez más, aunque con orgullo de padre, debo decir que no derramó ni una sola lágrima. El álbum que le habíamos prometido al acabar el curso ya no se vendía en ninguna parte.

Yo había perdido toda esperanza. Por un momento pensé que quizá me había pasado al tensar la cuerda. La inmensa mayoría de los niños lo tenían, y yo me había empeñado que solo al final tendría su recompensa. Si lo hubiese comprado unas semanas antes, y lo hubiese guardado...

Dimos miles de vueltas en coche buscando la más recóndita papelería en el último de todos los barrios madrileños que conocíamos. Regresábamos a casa ambos abatidos. Él, contrariado por su suerte, y yo, con algún remordimiento de conciencia. Pasamos por delante del quiosco de siempre, el de al lado de casa, y me dijo:
-¿Miramos aquí, papá?
- Bueno, anda, bájate tú y pregunta. –respondí intentando no desanimarle más.
-¡Ven, ven! ¡Que dice que sí! ¡Que lo tiene! ¡Que sí! ¡Que sí, papá! ¡Míralo!!–me gritaba entusiasmado mientras me hacía gestos con la mano para que fuese al mostrador.

Le pagué al quiosquero, y le di el anhelado álbum. Entonces me dio un abrazo en el que reconocí la ilusión cumplida. ¡Cómo si fuese tan fácil! Cuando somos niños, es más fácil que nuestras ilusiones se hagan realidad. Sin embargo, de adultos, esta capacidad mengua. Nuestras ilusiones se vuelven más sofisticadas y complejas. Incluso algunos evitan ilusionarse, quizá para no desilusionarse luego. De cualquier forma, cuando finalmente se cumple alguna ilusión, el gesto es incuestionable y contagioso, sin importar la edad.

Hace casi un mes de lo que os cuento, y seguro que él ya no se acuerda del abrazo, porque le salió improvisado, porque lo hizo sin pensar, porque no se lo pedí, porque tardó un rato en reaccionar, porque era en ese instante el más feliz de todos los niños del mundo, porque con 6 años la memoria es aun más caprichosa…

Pero sin embargo, yo posiblemente recordaré este abrazo lo que me quede de vida.




Dar vueltas con el coche en busca de papelerías y quioscos:             7 €
Álbum de inviZimails:                                                                      2,5 €
Un abrazo de mi hijo completamente ilusionado:                 NO TIENE PRECIO

9 comentarios:

La de la ventana dijo...

Escuchar historias tan bonitas (y tan bien contadas) tampoco tiene precio. Y sale gratis por aquí.

Gracias, Paco. Por hacerme caso y abrirte el blog. Por ser tan salao y tan buen padre.

Paco dijo...

Gracias a ti por tus consejos e instrucciones.

Con mis hijos es fácil: son una fuente inagotable de anecdotas. El problema soy yo, que no las se trasladar con toda su frescura.

Un saludo.

Anónimo dijo...

No te preocupes, el tiempo pone cada cosa en su sitio.
Ahora nos parece que no estamos a " su altura" y que cometemos fallos.
Mis hijos son mayores y puedo asegurarte que con esos fallos ellos, nos reconocen como humanos.

Ana

Paco dijo...

Hola Ana.
Supongo que será así. Que algún día se verán nuestros esfuerzos y errores. Pero mientras tanto, cuando todo el mundo dice que un niño debe tener límites, yo me pregunto dónde coloco ese límite.
Bienvenida.

Anónimo dijo...

No tengo blog, de ahí mi anonimato.

Ahora están de moda los manuales para todo.

Puede olvidar el abrazo,no va a olvidar las vueltas y vueltas para encontrar su sueño.

Ana

Anónimo dijo...

Los abrazos no se olvidan.

Ni de pekeño, Kuando era más joven aun de lo ke soy,esperaba ansioso los viernes o sabados la llegada de mi hermano mayor. El, estudiaba toda la semana en Cádiz y el finde regresaba a casa cual hijo y primogénito prodigo. Me acuerdo de escuchar la puerta, sentía hasta el olor de makuto viejo ke me encantaba(supongo ke sería la ropa a lavar ke traía a mi madre).
entonces al escuchar sus pasos, acto seguido, recorría todo el pasillo marcha atrás para coger carrerilla e impulso. Gritabamos nuestros nombres y corría con todas mis fuerzas impulsando mi enorme cabeza hacia delante para aumentar velocidad. Justo antes de el encontronazo saltaba hacia arriba para ke mi hermano me cogiera en sus brazos, teniendo ke soltar Su viejo makuto. Nunca Lo olvidare. Mi hermano mayor volvía a casa dispuesto a contarme cuentos, sacarme de marcha con sus amigos sín ke mi madre Lo supiera, etc,...
Kuando fue pasando el tiempo he de decir ke fue más duro para mi hermano pues empecé a crecer y el abrazo empezaba a ser ya costoso para la salud, una vez llegado a los 80 kilos algunas veces he de decir ke los papeles se cambiaban y era yo el ke Lo cogía a él.

Recuerdos de abrazos por islanegra.

Paco dijo...

Ana/nónima, hice la prueba. Le pregunté ayer sobre el álbum. Me contestó:
-Sí, y al final estaba en el quiosco de al lado, verdad?
Lo que más le llamaba la atención no eran las vueltas y vueltas, si no que, después de todo, estuviese justo al lado de casa.


IslaNegra: Te conozco bien. Por fin entraste. Algún día escribiré en el blog de cuando me llevaba a mi hermano pequeño de marcha sin que mis padres lo supiesen. Hasta que nos pillaron. Yo tenía unos 17-20 años, y tú unos 5-8 años. Buenos tiempos, Cabeza (este es tu alias de verdad, salta a la vista, lo de IslaNegra es demasiado nerudiano). Nos vemos en breve. TENGO GANAS DE ABRAZARTE.

Anónimo dijo...

Buenos abrazos si Señor, os habeis olvidado, Paco Principiante, salida del viaje en tren, y tu Islanegra, llegada del viaje. Que entre salida y llegada, hay una estación en medio, cual recibía también ABRAZOS, estación de ida y vuelta. O más bien soy como la "rebaná" de enmedio del BigMAc, jejejeje abrazaditos por lo dos. En breve nos veremos......

Paco dijo...

Anónimo, la estación del medio siempre fue Segunda Aguada. Ahora ya no nos queda ni eso, ni el chiste.