jueves, 19 de enero de 2012

COSAS


Cuando comencé este blog no tenía ninguna intención en concreto. Lo único quizá aquello que me dijo Teresa (la de la window): yo decido el ritmo. Sí que fue como una salida a muchas ideas que siempre se me habían ocurrido y que antes dejaba pasar indiferentes. También me he servido de él para plasmar historias curiosas que me ocurrían, y así quedasen reflejadas en algún sitio, y cualquiera  -o yo mismo dentro de unos años- las leyese.

Luego, casi desde el principio tuve claro que prefería un tono alegre. Divertido. Quería contar cosas que fuesen entretenidas o bien que si eran reflexiones “profundas” (entre comillas porque me da cierto pudor que esa palabra salga de mi), tuvieran algún toque animado, u optimista en el peor de los casos.

Sin embargo llevo unos cuantos días algo jodido a ratos, y al final he decidido escribir esto, por muy triste que sea. Este último sábado fui al funeral de la hija de unos amigos. Tenía un año y algunos meses. Y aunque es verdad que no son del grupo de amigos más cercanos -nos hemos visto relativamente poco-,  estas cosas me descorazonan.

Si no recuerdo mal, la última vez que nos vimos sería mediados de Diciembre, y mi hija pequeña estuvo jugando con su hijo mayor. Yo estuve hablando con el padre de ciertos problemas laborales, pues tenemos una profesión parecida. También vi a la pequeña. Le hice varias carantoñas. Murió el  5 de Enero. Qué irónica, absurda e insolente casualidad para una niña.

En la misa me entraron ganas de echarme a llorar como un niño, pero me contuve. Resultaría ridículo que un amigo (que casi podría definirme como un conocido algo aventajado) llorase más que los propios padres. Aunque eso fuese porque a esos padres ya no le quedasen más lágrimas y porque en el fondo seguro que lo que están deseando es despertar de una puñetera vez de esa pesadilla tan macabra.

Y esto además me trae algunos recuerdos. No es la primera vez que asisto a un funeral donde el sacerdote se viste entero de blanco. Era mi sobrina y tenía 3 meses cuando murió. Me viene a la mente como sería hoy, ya con casi 10 años. Hay fotos y genética para fantasear con esa posibilidad. Y ya no se me ocurre “na más” que decir.

Prometo otro tono más esperanzador para la próxima. Espero.

4 comentarios:

Ángela dijo...

Paco, no estás obligado a hacernos reír siempre.
En cuanto a lo de llorar más que los padres, se me ocurren dos cosas, sin siquiera conocer las circunstancias. La primera, que los padres pueden estar atenazados por el dolor, bloqueados hasta el punto de no poder llorar lo que quisieran. Sus lágrimas vendrán más tarde, y serán muchas, muchísimas. La segunda cosa que se me ocurre es que tu llanto no era problablemente solo por la niña, sino por todo lo que esa muerte te removió por dentro.
Un abrazo.

Paco dijo...

Hola Ángela, pues seguro que son ambas cosas: para los padres lo peor está por llegar; y por otro lado, una muerte siempre nos devuelve a la "vida" todos los muertos que tuvimos.

Y en general, sí. Siempre he sido algo payaso.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Hace bastantes años yo también asistí al funeral del bebé de unos amigos de Zaragoza. Recuerdo la pequeña caja blanca.

Un abrazo, Paco.

Paco dijo...

Tú lo has dicho Jesús: "la pequeña caja blanca ". Aunque no te una nada, es muy difícil verla y quedarse tan tranquilo.

Abrazos.