domingo, 4 de diciembre de 2011

IKEA Y JOYCE




Si a mí me lo hubiesen dicho, categóricamente negaría su éxito. Se trata de un centro comercial en el que:

·        No existen los clásicos pasillos para ir directamente a la mercancía que quieres comprar, y ponerte del tirón en las cajas registradoras. Si quieres algo, debes recorrer de principio a fin la tienda entera, una serie de ruta laberíntica, que frecuentemente tiene dos plantas. Bueno, existen unos atajos, pero corres el riesgo de entrar en un bucle eterno.

·        A pesar de que una parte de la mercancía que vende es pesada y volumétrica, te las apañas tú solo para cogerla, de la tienda, de la estantería o de un apartado para material más grande, y llevártela a tu casa.

·        Pero lo peor es que además, lo que compras, suele venir desarmado. Lo tienes que acoplar tú, con unas instrucciones jeroglíficas que únicamente entiendes cuando finalizas el montaje, y ya no tiene solución.

Es un fracaso anunciado. Aquí en España, por lo menos, no triunfaría.

Sin embargo, cada vez que he ido, me lo encuentro lleno. Yo no sé por qué.

Tengo que confesar que me gustan los simulacros de viviendas que hacen. Todo tan arregladito y con esos tonos de luz que hace que una casa de 35 metros cuadrados se convierta en toda una mansión (sic!). El resto, aburridísimo.

Así que cuando toca ir por necesidades hogareñas, como ayer, me armo de paciencia, e invento trucos para distraerme. Uno de ellos consiste en intentar leer los libros que ponen en las estanterías como figurantes. Lo malo es que generalmente no están en español (de ahí lo de “intentar”). Supongo que se trata del sueco. Creo que lo hacen para que no se los lleven.

Un día, haraganeando, sin ninguna pretensión en concreto, saqué uno de una estantería, y allí estaba. El Ulysses, de Joyce, en SUECO.

Ahora mismo dudo si ponerlo en sueco realmente complica en algo más la novela de marras. Puede que algún erudito personal en plantilla del IKEA haya pensado: “Toma, a ver si te atreves a robarlo, listo: El Ulises de Joyce en Sueco”.

El hecho es que me sorprendió encontrármelo por allí, y mientras terminaba el recorrido de toda la tienda me imaginaba que yo era Leopold Bloom, y que el IKEA era el 16 de Junio de 1904. Y que avanzaba por los pasillos como Bloom por Dublín.

Bien pensado, yo tampoco entiendo demasiado bien el pasar de Leopold Bloom por ese día.

Al final, pude ver en la chapita de identificación de la pensativa cajera que nos atendió que se llamaba Molly, y que yo tenía en mi casa un mueble para montar, y que no sabía cómo.



5 comentarios:

andandos dijo...

El pasear por esa tienda, no te digo ya si te quedas a comer, hace que desvariemos, yo también.

José Miguel Ridao dijo...

Pues no sé qué es más difícil de tragar, si las salchichas de Ikea o el Ulises en cualquier idioma. Yo antes era antiikea, y ahora también, pero me tengo que aguantar.

Paco dijo...

José Luis, yo también me he quedado a comer alguna vez, pero donde esté una butifarra de Binefar, que se quite cualquier comida del Ikea. Vamos que a Joyce se le caerían dos lagrimones, y dejaría de poner a Bloom comiendo hígados, para empezar con la chacina de la buena.


Por lo menos, Ridao, el perrito caliente te lo dan ya montado, y no la salchicha por un sitio, el pan por otro, los pepinillos y la cebolla frita por otro... Pero el kepchup y la mostaza te lo pones tú, por algún sitio tenía que asomar la marca de la casa...

Silvia dijo...

"Bucle eterno", jijiji, toda la eternidad metiendo una cajita dentro de otra de otra de otra. Pues a mí me gusta el Ikea , sí y qué: me chiflan los aparatitos chorra de cocina. Y los pisitos que caben en una pantufla.

Paco dijo...

Lo digo por experiencia: cuando estoy en el IKEA, intento seguir las flechas. Alguna vez que he tomado un atajo he acabado en el mismo sitio...
Por cierto, me dice mi mujer, que no es finlandés, que es sueco. Pues ahora mismo lo cambio....