viernes, 5 de agosto de 2011

DESPERTARES (I)

Estas noches en las que me acuesto y me levanto solo, me ha dado por repasar todos los lugares en los que he dormido.

El primer sitio fue el piso que tenían mis padres en Los Naranjos, pero nos fuimos pronto. Yo tendría unos meses y no recuerdo nada.

Nos mudamos a la casa de mis abuelos, en el barrio de Icovesa, no muy lejos de Los Naranjos. Allí estuvimos hasta que mis abuelos fallecieron, cuando yo tenía 16 años.

Entonces mis padres compraron un piso más céntrico. Aun conservamos esta casa, que es donde me quedo cuando en Navidades y Semana Santa voy a ver a mis hermanos y familiares, y a pasearme por "mi pueblo".

A los 18 me fui a estudiar a Cádiz, y anduve alternando esa temporada entre Jerez y Cádiz. En Cádiz viví en dos lugares diferentes: en la Avenida (casi a la entrada de Cádiz), y en el centro (una gaditano diría en “Cadi, Cadi”), en una calle cercana a la Plaza Candelaria.

Al acabar mis estudios, con 25 años, me fui a hacer la mili a Madrid. Dormía en el cuartel, pero una madrugada, en una especie de redada, tuvimos todos que formar en la plaza de armas semidesnudos y con un frío siberiano, porque a algún gilipollas se le ocurrió meter droga en la taquilla. Así que decidí que no tenía porque aguantar ese tipo de situaciones en las que yo no tenía ninguna responsabilidad, y me busqué unas clases particulares para financiarme el alquiler de un piso compartido en pleno centro de Madrid (calle Preciados).

Luego regresé a Jerez, a la casa en la que seguían mis padres, con 26 años, hasta que a los 29 volví otra vez a Madrid.

El primer mes me colgué de prestado en casa de una amigo, y buscando, encontré un diminuto estudio que alquilé para mi solo, también en el centro (Plaza de Puerta Cerrada); y finalmente, con casi 31 años, me hipotequé con la casa en la que ahora estoy.

Desde entonces vivo aquí con mi mujer, y los dos hijos que han ido llegando. Estoy a punto de cumplir 40.

A esto hay que añadir esos gloriosos meses de Verano en Rota por cada año, desde los 6 hasta los 30, lo que hace un cómputo global de unos 4 años de roteño convencido. Más estas últimas etapas de vacaciones en Chipiona, aunque no creo que esta suma llegue ni al año.

También tengo múltiples viajes durmiendo en sitios mejores y peores, cuando iba de grillo por la vida (antes de ser cigarra), y otros viajes ya de “legal” (o sea, pagando y sin improvisar).

Y todo esto viene porque a veces me ocurre algo bastante curioso: Algunas mañanas, si el sueño es tan profundo que me voy despertando por etapas, hay un instante intermedio en el que mi mente se encuentra en una especie de semi inconsciencia, y que está convencida que al despertar lo haré en mi casa de Icovesa. Luego abro los ojos y tras unas décimas de segundo de desorientación, la habitación en la que me iba a encontrar se esfuma, y caigo en la cuenta de donde me hallo.

Hace ya más de 20 años que no me paso por allí (sin contar la vez que regresé en secreto al antiguo barrio buscando no sé muy bien el qué, el atardecer en que mi madre murió). No recuerdo ni como eran la mayoría de sus detalles, aunque otros estén grabados a fuego. Es mi casa de siempre, aunque ya no sea mía (en realidad nunca fue mía). Allí pase mi infancia, mi adolescencia, parte de mi juventud. Mis abuelos, mis padres, mis hermanos. Es la patria de mis recuerdos.

Pero aun así, sigo sin explicarme este “fenómeno”. Puede que mientras mi cuerpo descansa en cualquier otro lecho, mi alma siga durmiendo en aquella habitación, y cada noche realice un viaje de ida y vuelta buscando aquella felicidad ignorada. Entonces parece que cobra sentido la extraña sensación que algunas mañanas me aturde y me entusiasma.

4 comentarios:

Luis Miguel dijo...

Querido amigo: es mi primera visita a tu blog y la verdad es que me ha encantado lo que escribes, especialmente este post donde dejo mi comentario. Seré visitante habitual, no lo dudes. Por cierto, la foto que tienes puesta en tu perfil es justo la imagen que tengo en el recuerdo.

P.D.: He añadido un enlace a tu blog desde mi blog; es una manera cibernética de dar un abrazo.

Paco dijo...

Gracias Luis Miguel, viniendo de ti, es todo un halago y un orgullo lo que dices. Quizá no lo sepas, pero una parte de mi hobby por escribir fue "culpa" tuya.

El recuerdo que tengo de ti es enseñandome una máquina de escribir eléctrica que creo te había regalado tu padre (no es cierto?), varios escritos fabulosos y un poema que me cediste para que le pusiese música: "Parece mentira/ que caigas tan bajo [...] el alcohol ahoga tus penas/ mientras tiembla una rosa en tus labios...". Aun lo recuerdo.

Yo soy bastante analfabeto en esto de los blog, y cuando aprenda un poco más, también te daré un abrazo cibernético, pero mientras tanto, el real (después de 20 años no es nada, que febril la mirada..) me hace más ilusión.

Ya me dirás.

andandos dijo...

El "fenómeno" no sé explicártelo, pero lo que sí noto es lo que a menudo sale en las entradas de tu blog: a partir de cierta edad, en la que tú estás a punto de entrar y yo hace mucho que salí (tengo 53), uno se va haciendo cada vez más consciente del tiempo que pasa, del pasado que tiene, de que tiene más pasado que futuro...en fin, esas cosas. Perspectiva hacia atrás, que es lo que dan también los años. Igual me equivoco proyectando en ti lo que me sucede a mí, pero algo de eso hay, creo.

Un saludo

Paco dijo...

Pues yo creo que has dado en el clavo, José Luis. El paso del tiempo me interesa, y también me preocupa.
Hasta ahora solo había lanzado la caña, pero ya empiezo también a recoger carrete. A ver qué pesco...

Un saludo