lunes, 16 de abril de 2012

POR EL AMOR DE DIOS



Cuando Hamlet recita con una calavera en la mano todas sus angustias y pesares, lo está haciendo con un objeto cargado de simbolismo.
Cuando George Peppard entrega un anillo de diamantes a Aundrey Hepburn en un taxi, bajo una lluvia insistente en la película Desayuno con Diamantes, le está declarando un sentimiento con otro objeto cargado de simbolismo.
Cuando Hirst recubre de diamantes una calavera real del siglo XVIII, esta uniendo ambos significados, con un resultado imprevisible.
No se trata más que de diferentes maneras de combinar el carbono. Por una parte formando cristales y, por otra, con milenios de evolución. Sin embargo, la interpretación que el observador le da es individual y única. Cada uno tenemos una manera privada y personal de entender la muerte, la vida, la pasión, la riqueza, el amor… Por ello, cuando observamos la obra -esa mezcla-, una infinidad de sensaciones nos invaden y, como Hirts ya está acostumbrado a hacer, nos deja al menos un estado de intranquilidad que nos invita a seguir investigando y explorando en ese sentimiento.

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