jueves, 13 de octubre de 2011

EL AMOR Y LA EDAD


Teniendo en cuenta que ambos no llegan a los cuatro años, no es demasiado el tiempo que hace que se conocen. No es demasiado tiempo para nosotros. Para ellos, la vida entera.
Él es H., y ella A., mi hija. Coincidieron en la guardería, y entre tantos, ya desde que se podían desplazar por ellos mismos, les gustaba sentarse uno a la vera del otro.
Creo que nunca voy a olvidar un Viernes –el único día que yo podía recogerla- en el que me entretuve observándolos sin ser visto. Jugaban juntos en el patio, ambos con unos cubos colocados como sombreros, y las palas removiendo la arena. Correteando, hablando, escarbando, gesticulando, saltando... eran felices. Yo también.
Este idilio no pasaba desapercibido. Todos lo sospechábamos. Lo confirmamos en una de las reuniones con los padres, cuando la directora entre bromas nos llamó a mí y a C., su padre, consuegros. Luego, como personas serias que somos, nos intercambiamos números de teléfono y correo electrónico, porque estas cosas, a cierta edad, deben estar tuteladas.
El periodo acabó, y este año están en Infantil, pero en diferentes colegios. Afortunadamente no vivimos demasiado lejos, y a veces coincidimos en el parque de abajo. Nosotros hablamos de nuestras cosas de adultos, y ellos, ellos… pues no sé de qué, pero se les ve dichosos.
La otra noche estaba con mi hija en el sofá, y sin venir al caso, tras un pequeño suspiro, se me quedó mirando, y me dijo:
-Papá, quiero que ver a H.
-Ahora no puede ser. Es bastante tarde. Pero el Viernes les decimos que vengan al parque, ¿vale?
-Vale.
Los llamé el fin de semana pasado para que nos viésemos y pasasen otro rato juntos. Estuvieron con uno de sus juegos favoritos: corretear con esas diminutas motos de juguete, hechas para su tamaño. Y así se lo pasaron en grande.
Supongo que a los tres años es posible el amor, porque supongo que el amor no tiene edad (ni fecha en el calendario, como dice la canción). Aunque cuando, intrigado por los sentimientos de mi hija, lanzo la pregunta a la gente de mi alrededor, todo el mundo me habla sobre una duquesa de plástico y un funcionario de piedra, y lo que hacen es dejarme un mal sabor de boca insoportable.

4 comentarios:

Ángela dijo...

El amor es posible siempre. Si tuviera que ver con la edad, tu hija no te querría a ti y tú no la querrías a ella. El amor no tiene tampoco nada que ver con el sexo, ni con el matrimonio, ni con nada. El amor es el amor.

Paco dijo...

Qué gracia, Ángela, que hayas dejado un comentario cuando hablo de mi hija. Tenéis mas de una coincidencia...
Sobre lo que dices, me recuerda mucho a esa carta de San Pablo a los Corintos, que al margen de creencias religiosas -que yo las tengo, no voy a ocultarlo ahora-,
es todo un alegato y un compendio sobre el Amor.
Ea, ama y haz lo que quieras, como decía San Agustín.

andandos dijo...

Ahora te toca, con tus hijos, estas cosas, luego vendrán otras igualmente encantadoras. Cada día tiene, afortunadamente, su afán.

Un saludo

Paco dijo...

Ya llegarán, José Luis, de momento, saboreo estas, y espero ilusionado las venideras.

Gracias.